Pasión por el trabajo, ¿fantasía o realidad?
¿Cuántas veces hemos dicho “¿Ya?” mientras realizamos una actividad?
Son muchas las ocasiones que de repente nos damos cuenta de que el tiempo ha volado y queremos seguir en lo que estamos realizando. Trabajo, lectura, deporte, una cita con alguien especial…
Y no me refiero a una falta de planificación tiempo/volumen, sino a ese estado de bienestar mientras estamos en ello que, sin darnos cuenta, nos hace desconectar del mundo y focalizar toda nuestra atención y recursos en lo que estamos haciendo. Un estado de inmersión completa, sintiendo que el tiempo vuela, disfrutando del placer de cada segundo y con deseos de que sea interminable.
Estado de Flow
A este estado, se le conoce como Estado de Flow, o también llamado Estado de Flujo, y he de reconocer que para mí es una herramienta valiosísima que todos poseemos y con la cual, una vez la experimentamos, podemos tomar conciencia de nuestra capacidad de concentración en una actividad y de las variables que nos ayudan a conseguirlo.
Partiendo de este concepto y enfocándolo en el aspecto laboral, me gustaría relacionarlo con la pasión hacia el trabajo.
Quizás para muchos pueda sonar extraño lo que escribo. ¿Pasión por el trabajo?, ¿madrugar?, ¿objetivos que cumplir?, ¿horarios?, ¿obligaciones?… Si sentimos pasión por nuestro trabajo y llegamos a este estado de inmersión durante las actividades que realizamos conseguiremos que las horas pasen volando y seremos mucho más eficientes. La pasión nos permite sentir que tenemos talento para nuestro trabajo, nos invita a ser proactivos y creativos y acaba formando parte de nuestra felicidad.
Pero, ¿de qué depende?
Los dos conceptos claves para poder responder a esta cuestión son el valor que nosotros le damos a la actividad y la internalización de la misma. De esta manera, cuando ambos conceptos son positivos tenemos la sensación de que tenemos el control, podemos planificar con objetivos reales y percibimos poco conflicto entre la realización de la actividad y el resto de tareas.
Si conseguimos llegar al estado de Flow sentiremos que contamos con las herramientas suficientes para poder llevar a cabo nuestras tareas con total autonomía o incluso para saber cuándo tenemos que buscar ayuda externa.
Hablamos de una motivación intrínseca donde la actividad es importante por sí sola y no depende única y exclusivamente de variables como nuestra autoestima, aceptación social o remuneración.
Charles Dickens dijo, “El hombre nunca sabe de lo que es capaz hasta que no lo intenta”, por eso tenemos que hacer el ejercicio de averiguar el por qué una actividad nos lleva a este estado de inmersión para así poder aplicarlo al resto de ámbitos de nuestra vida, como nuestro trabajo.
Cuando trabajamos en Estado de Flow nuestra motivación es máxima y ofrecemos nuestra mejor versión, y esta actitud es fácilmente detectable por nuestros superiores, compañeros o clientes.