Entre los atributos con los que contamos los seres humanos, al que se arroga la mayor importancia, el que está en la cúspide, es la inteligencia. Junto con las destrezas relacionadas con el cuerpo (fortaleza, rapidez, resistencia) admiramos a personas que son capaces de calcular rápidamente, de hacer deducciones perspicaces, a quienes tienen facilidad de palabra y argumento y capacidad para hacer análisis en profundidad o las que siempre aportan soluciones creativas.
Todas estas habilidades nos constituyen en mayor o menor medida, pero durante mucho tiempo hemos obviado algo tan constitutivo de la humanidad como son las emociones. Nos acompañan y regulan pensamientos y acciones, hasta tal punto que son capaces tanto de potenciar como de disminuir el resto de atributos físicos o intelectuales. Aunque el mundo laboral no se asocia normalmente al universo de las emociones, lo cierto es que las motivaciones acompañan cada uno de nuestros actos en cualquier faceta de la vida. Identificar y hacer una buena gestión emocional será fundamental para un óptimo desarrollo profesional.
¿Qué es la inteligencia emocional?
La inteligencia emocional fue un concepto que popularizó el psicólogo Daniel Coleman en su best seller de todos los tiempos, La inteligencia emocional, en el año 1995.
Se define como la capacidad para identificar las emociones que siente cada cual y ser capaz de gestionarlas. También tiene en cuenta la habilidad para reconocerlas en los otros.
En este sentido, y siguiendo al autor, se puede diferenciar entre una inteligencia intrapersonal y otra interpersonal. La primera tiene que ver con el autoconocimiento y la habilidad para conocer los propios sentimientos y usarlos como guía para el comportamiento. En el segundo caso, la referencia son las relaciones con los demás, la capacidad que se desarrolla para comprender a los otros y tener en cuenta este conocimiento para interactuar en comunidad.
En cuanto a los pilares sobre los que se asienta la inteligencia emocional Coleman señala que son cinco: la autoconciencia, la autorregulación, la motivación, la empatía y la capacidad para relacionarse o las habilidades sociales.
La inteligencia emocional puede aprenderse y mejorarse
El entorno laboral es un ecosistema de relaciones interpersonales donde la inteligencia emocional será clave para el logro de nuestros objetivos teniendo en cuenta tanto nuestras necesidades como las de los demás. La inteligencia emocional es clave para el éxito en el mundo laboral, entendido como logro. Tiene una responsabilidad decisiva en el crecimiento profesional (hay quienes lo sitúan en un 80% frente a la inteligencia intelectual).
Una característica fundamental de la inteligencia emocional es que puede aprenderse y desarrollarse. Aunque no se parta de unas buenas cualidades para tener una inteligencia emocional es posible tanto desarrollarlas como mejorarlas mediante el entrenamiento (acompañado por una terapia o no).
Cómo aplicar la inteligencia emocional en el trabajo
Si hubiera que elegir los aspectos más influyentes de la inteligencia emocional en un contexto laboral los expertos señalan que sería la orientación al logro, entendida como la capacidad para automotivarse para alcanzar una meta, la tolerancia a la frustración y la recuperación tras la caída, también conocida como resiliencia.
Además de la empatía, en cuanto a que se trata de la capacidad de entender las emociones que tienen los demás y tener la habilidad de actuar en consecuencia y de una forma ética.
Y la influencia, como la destreza para argumentar razones favorables a nuestro criterio leyendo adecuadamente el estado emocional de nuestro interlocutor.
Técnicas para mejorar aspectos de la inteligencia emocional en el trabajo
Siendo consciente de los aspectos clave de la inteligencia emocional y entrenando determinadas cualidades puede conseguirse un buen manejo emocional que ayude en el día a día en el trabajo. Estos son algunos tips para mejorar tu inteligencia emocional:
- Poner en práctica una escucha activa mejora la empatía. Gracias a la escucha activa atendemos con todo nuestro ser, centrándonos en la persona y en lo que está compartiendo con nosotros. Esta actitud se tiene que reflejar en la mirada y en el lenguaje verbal y no verbal.
- Comunicación asertiva. Un buen comienzo para una reunión o un proceso de negociación será poner sobre la mesa los puntos en común. Compartir los acuerdos máximos, aquellos aspectos sobre los que hay consenso, ayudarán a crear un clima confortable para la negociación y relajará las barreras iniciales. Adaptarse al nivel del interlocutor, evitar la ironía y el uso de fórmulas de cortesía te ayudarán a emplear una comunicación eficaz también en el trabajo.
- Evitar el juicio. El análisis que se haga de las propuestas tiene que estar basado únicamente en el planteamiento y las consecuencias que tendría. Es contraproducente hacer una valoración a partir de la persona que propone, sus circunstancias o características. Si no se está conforme con algo, hay que hacer el ejercicio de no recurrir a argumentos ad hominen, esto es, aquellos que se utilizan para desacreditar a la persona que propone en vez de la propuesta que hace.
- Llevar un diario emocional. Escribir las emociones diarias ayuda a reconocerlas, a detallarlas mejor y a ampliar el catálogo emocional. Además, plasmarlas favorece la reducción del cortisol en el cerebro, la hormona del estrés. La autogestión emocional permite aprender de la crítica constructiva porque no se está a la defensiva ante los comentarios desfavorables sino que se entiende como parte del proceso de mejora.
- Mantener presente siempre el objetivo. Estar centrado en la meta que se quiere conseguir ayuda a identificar caminos sin salida para alejarse de ellos. Este enfoque permite explorar de manera creativa otras opciones a las previstas inicialmente e incorporar el punto de vista de las otras personas (que también tendrán presente el objetivo). Es importante saber cuándo se ha llegado a un punto de bloqueo y, llegado el caso, abandonar la idea en favor de una solución mejor, aunque no sea la nuestra.
- La automotivación es una de las principales características de la inteligencia emocional. Existen tanto factores externos como internos que influyen en la motivación. El reconocimiento, tanto el propio como el ajeno, interviene positivamente sobre la motivación, por lo que es importante felicitarse por los logros alcanzados.
- Mirar los errores como oportunidades de aprendizaje y no temer al fracaso. Entender que gracias a ellos se avanza dará impulso a la automotivación.
- Abrazar el cambio. Es imposible avanzar sin introducir cambios. Y mejor que estos se produzcan gracias a tu iniciativa, al menos en lo referente a tu persona. Salir de la zona de confort produce vértigo, pero aleja los sentimientos de estancamiento y rutina tan desmotivantes.