Si has tenido ocasión de reflexionar sobre tu situación laboral y consideras que te encuentras realmente a disgusto, quizá ha llegado la hora de cambiar de trabajo. Conviene sopesar este tipo de decisiones, pero hoy simplemente te vamos a hablar de qué señales pueden estarte indicando que empieces a buscar un nuevo empleo.
Necesitas crecer profesionalmente
Junto con un aumento de salario, este es uno de los principales motivos por los que la gente se cambia de empleo. La autorrealización muchas veces llega a través de la profesión. Si eres una persona que trabaja con vocación, los retos suelen ser un aliciente en tu carrera. El deseo de seguir aprendiendo es continuo y no siempre se está en el lugar adecuado para hacerlo. Puede que no te apoyen en tu formación, que tu empresa no cuide de que su plantilla esté al día. O bien que las oportunidades de promoción interna sean escasísimas y que estén poco relacionadas con los logros profesionales.
Todo ello termina dejando huella en los profesionales que quieren crecer y no es extraño que desaparezcan en cuanto llegue una empresa en la que se tengan en cuenta estos alicientes.
Tu vida te exige mayor conciliación
Por lo general, la vida exige mayor conciliación cuando te ves en la obligación de cuidar de otras personas. Pueden ser menores o bien mayores y dependientes. Son razones lo suficientemente poderosas como para que te plantees cambiar de trabajo aunque no estés especialmente a disgusto.
Sería genial si tu empresa pudiera ofrecerte mayor flexibilidad, pero si no es así probablemente tengas buscar un nuevo empleo que te permita compatibilizar horarios. Esto sucede en mayor proporción a las mujeres y suele ser la causa de que acumulen una trayectoria profesional más accidentada que la de los hombres.
Soportas un mal ambiente laboral
Hay personas con las que realmente cuesta trabajar. Su falta de empatía, de liderazgo o de trabajo en equipo generan un malestar por el que se puede resentir un departamento o incluso toda una empresa. En ocasiones, no es cuestión de alguien concreto, sino del estilo de dirección que lleva la compañía. Desde unas normas que impiden la relación entre compañeros hasta la falta de respeto por horarios, fechas de cobro, vacaciones y otro tipo de derechos laborales. Todo ello menoscaba el ambiente general. Este tipo de trabajos quizá consiga atraparte mientras no te quede otra alternativa, pero, en cuanto encuentres la ocasión propicia, es muy probable que te termines marchando.
Soportas demasiada sobrecarga
Cuando la cantidad de trabajo te sobrepasa, llega el estrés. No estamos hablando de una situación puntual debida a circunstancias que en breve se resolverán. Nos referimos la sobrecarga continua de tareas. A cuando tu trabajo, si faltaras, tendrían que asignar a dos o tres personas para cubrir tus funciones. Muchas empresas tienen la mala costumbre de quemar a los profesionales más competentes sobrecargándolos, en lugar de cuidar a este tipo de personal tan valioso para la compañía.
Por desgracia, el estrés pasa factura y hay muchas posibilidades de que, si continúas con el mismo ritmo, tu salud física y mental se resienta. Al final cambiar de trabajo es casi una recomendación médica.
Te quema la falta de reconocimiento
Sentirnos reconocidos es algo necesario en la vida. Por lo general, cuando percibimos que nuestro trabajo no se reconoce es porque nos entregamos por encima del contrato. Puede que nadie te lo haya exigido, pero también puede que la exigencia reine en el ambiente de una manera tácita y que tu desempeño nunca parezca suficiente.
En cualquier caso, si tienes la sensación de que nada de lo que hagas mejorará de una manera práctica tu situación en la empresa, puede que termines llegando al límite. Si te ofrecen mejores condiciones por el mismo tipo de puesto, es muy posible que termines por aceptar y empezar desde cero una relación más simétrica.