La gig economy introduce un nuevo modo de trabajar surgido a partir de las plataformas de pequeños encargos. Si dispones de tiempo para hacer una tarea corta, como cambiar un enchufe en una casa, quizá puedas llevarte un dinero extra sin tener que atarte a una jornada laboral. Esa es la filosofía que parece que hay detrás de este modelo.
Sin embargo, en la práctica, muchas de estas plataformas terminan siendo lugares donde se concentran falsos autónomos y trabajo precario. Repasamos los pormenores de este tipo de negocio para que puedas orientarte dentro del modelo de la economía de plataformas.
Gig economy o economía de plataformas: un modelo importado de Estados Unidos
La palabra gig es una manera de decir trabajo en lenguaje coloquial. Como aquí curro, pero en inglés tiene la connotación de ser un trabajo puntual. La gig economy se refiere a la economía que surge a partir de establecer sistemas donde se gestionan de manera ordenada esos trabajos puntuales, esos pequeños encargos. A un lado hay una persona que necesita un servicio, al otro, una persona que lo puede ofrecer. Se comunican mediante ese sistema, es decir, a través de una plataforma, fijan el precio y se hace efectiva la transacción. En principio, nada reprochable, parece que todo el mundo ha salido ganando. Sin embargo, veremos cómo muchas veces esta dinámica termina convirtiéndose en una forma de trabajo precario.
No está de más recordar la fecha en la que surgió todo este modelo. Fue a partir de la crisis económica del 2007. Y el país donde nace y primero se desarrolla la gig economy es Estados Unidos. Un reciente estudio realizado por Gallup calcula que actualmente más de un tercio de los trabajadores estadounidenses participa en este tipo de economía. Puede ser su principal fuente de economía o un ingreso secundario. Lo que sí se puede apreciar a través de numerosos estudios es que los ingresos de quienes lo tienen como fuente principal son sensiblemente inferiores a los que obtienen la gran mayoría de las personas asalariadas. En muchos casos por debajo del salario mínimo profesional.
Los gig workers son freelance, es decir, autónomos
Cuando una persona se plantea atender encargos a través de una plataforma muchas veces no cae en la cuenta de que es una actividad por la que debe tributar. En España, toda actividad por la que se reciba un pago ha de quedar notificada a la Agencia Tributaria. Es decir, sea poco o mucho dinero, sean pocos o muchos encargos, has de darte de alta en el Impuesto de Actividades Económicas (IAE). De tus ganancias, tendrás que dar un porcentaje en forma de impuestos y declararlos trimestralmente.
Por otro lado, cuando realizas una actividad por cuenta propia, estás en la obligación de cotizar a la Seguridad Social por ello. Ahora bien, hay dos causas que te eximen de esa obligación. Pero, cuidado, no tienen por qué darse a la vez, con que se dé una de ellas bastaría para que se incurriera en esta obligación. Las dos condiciones son estas: realizar una actividad regular en el tiempo o llevar a cabo una actividad que te reporte unos beneficios superiores al salario mínimo interprofesional anual.
Todos estos gastos los tienes que tener en cuenta cuando calcules tus beneficios, no te fijes solo en el precio por hora o en la tarifa de un encargo.
El proceso por el que clientes, empresas y plataformas convierten a los gig workers en falsos autónomos
Se considera que una persona que trabaja por cuenta propia es realmente independiente cuando puede decidir el horario en el que va a llevar a cabo un encargo o servicio. Además, ha de realizarlo con sus propios materiales y podrá fijar el precio que estime oportuno. Pero sobre todo es realmente autónoma cuando puede organizar su trabajo y determinar las prioridades como considere. Este es uno de los puntos clave. La economía de plataformas en un principio prometía esa independencia. Sin embargo, el algoritmo que gobierna el posicionamiento de los perfiles, es decir, tu visibilidad, al final acaba definiendo este tipo de cuestiones.
El resultado es que, si quieres ganar una cierta cantidad de dinero, tendrás que coger un número determinado de encargos, no podrán ser menos. Además, con frecuencia se posiciona mejor si estás disponible en las franjas horarias de mayor demanda. Y tampoco decidirás la tarifa porque el resultado de las búsquedas de usuarios puede determinar el que aparezcas o no. Los gig workers cobran menos por hora que los asalariados o los autónomos completamente independientes. Un estudio de la Economic Policy Institute en Estados Unidos concluye que los conductores asociados a la plataforma Uber ganan menos de lo que ganan los conductores asalariados en un 90% de los casos.
¿Economía colaborativa?
Por todo lo expuesto, la época en la que a la economía de plataformas se le llama economía colaborativa está quedando atrás. Ese término hace referencia a algo que se construye en conjunto y que fortalece las relaciones simétricas, en las que potencia la colaboración. El resultado respaldado por cifras es que la gig economy, en la gran mayoría de casos, se ha convertido en una relación asimétrica donde una de las parte queda completamente sometida al sistema que rige la plataforma y al interés económico de los clientes. Y no tienen derechos laborales porque no son asalariados. Es decir, en la mayoría de casos nos encontramos ante falsos autónomos.
Todas estas cuestiones son las que puedes plantearte a la hora de decidir si formar parte de una plataforma como profesional independiente.
Sentencias y negociación colectiva para riders y otros gig workers
En septiembre del año pasado una sentencia del Tribunal Supremo afirmaba que la empresa Glovo y un repartidor de su plataforma o rider mantenían una relación laboral. Es decir, la plataforma no era una mera intermediaria entre clientes y proveedores. Así pues, se consideró que el rider no era realmente autónomo. La sentencia se centraba en argumentar las condiciones de dependencia y ajenidad de la plataforma. Este logro ha sido uno de los que están impulsando la negociación colectiva entre sindicatos y patronal para establecer una normativa que defina los criterios que deben cumplir las plataformas.
Recientemente el Gobierno ha pedido a los actores sociales que vayan cerrando el trato sobre esta normativa. En principio está previsto que las plataformas informen sobre las implicaciones laborales de sus algoritmos. Se determinarán los requisitos que han de cumplir para ajustarse a la legislación española. Y tendrán que someterse a la inspección de un órgano consultivo público en el que estarán representados todos los actores sociales.