En una cultura como la nuestra, en la que el trabajo es casi siempre el eje de nuestra vida, la forma en que nos desempeñamos en él durante todas las horas que le dedicamos afecta, de forma muy decisiva, al resto de áreas. Nuestras relaciones familiares, nuestro ocio o incluso nuestro sueño pueden llegar a verse alterados muy negativamente por lo que ocurre en nuestra jornada laboral y la forma en que la gestionamos emocionalmente. Y con mucha frecuencia, el origen está en que nos hemos atascado en una actitud negativa.
¿Por qué es importante tener una buena actitud en el trabajo?
Son muchas las razones por las que nuestro trabajo puede estar creándonos una sensación de malestar. Quizá estimamos que nuestro salario no está acorde con nuestras necesidades y expectativas, que nos obliga a largos y enojosos desplazamientos, nos genera un enorme estrés… puedes seguir añadiendo razones, hay muchas y muy variadas y seguramente has padecido algunas.
La actitud negativa es una de ellas. Se trata de un estado de malestar y resentimiento hacia el entorno en el que realizamos nuestro trabajo, que ocasiona el descenso de nuestro rendimiento y que solemos expresar en forma de quejas, retrasos y pasividad. El origen puede ser variado, normalmente circunstancias personales difíciles que agotan las energías y la paciencia, condiciones salariales insatisfactorias, conflictos con compañeros o jefes…
Sea cual sea su origen, ya hemos visto que al final afectará al resto de nuestra vida, pero desde luego, será el trabajo y nosotros mismos quienes sentiremos las consecuencias. Por lo tanto, lo primero que hay que tener muy claro es que mantener una actitud positiva en y hacia el trabajo no es una exigencia extra que nos impone nuestra empresa: es un pilar básico para tener una adecuada higiene emocional. Plantéatelo como algo que haces por necesidad personal y será muy sencillo cambiar.
En el ámbito puramente laboral, si desempeñas tu labor de cara al público o con representantes de otras empresas, una actitud hosca y poco cordial no va a redundar en tu beneficio. Posiblemente generará quejas hacia la calidad de tu atención. Pero incluso si trabajas de forma interna, quizá has elegido tu empresa porque te gusta su política de gestión del talento y crees que ofrece posibilidades de promoción interesantes. Esas posibilidades se verán muy mermadas si tu actitud está haciendo que se devalúe tu trabajo.
Por último, si tu trabajo requiere de una labor de equipo, puedes llegar a convertirte en el proverbial “palo entre los radios de la bicicleta” y perjudicarás a todos. Tanto aquellos con los que mantienes una relación puramente profesional como aquellos por los que sientes afecto personal. También es una cuestión de respeto.
Cómo detectar si tenemos una actitud negativa
No todo el mundo nace con la habilidad de autoevaluarse ni tiene la oportunidad de desarrollar las herramientas emocionales que son necesarias para hacer autoexamen y actuar sobre su propia forma de actuar y sentir. Pero es siempre una buena estrategia no esperar a que nuestro jefe tenga una charla con nosotros que seguramente no nos va a resultar agradable.
Por ello es importante aprender a hacer un diagnóstico de nuestra actitud. Lo primero es aprender algo que quizá no resulta intuitivo para todo el mundo: la idea de que el trabajo es únicamente un montón de horas desagradables que necesitas pasar para obtener tu sueldo es falsa. Y perjudicial. Mucha gente siente verdadera pasión por su trabajo y no siempre se trata de personas extraordinariamente bien pagadas. La mayoría de la gente no odia su trabajo. Si cada vez te importa menos la puntualidad, cuidar la presencia personal y las relaciones con el resto de la plantilla, tómatelo como un aviso: tienes una actitud negativa hacia tu trabajo. Y no es ni natural ni inevitable.
Y recuerda lo que hemos dicho: se trata de mejorar tu higiene emocional buscando una actitud positiva hacia lo que haces y la gente con la que te relacionas mientras lo haces. Si buscas culpables o responsabilidades no estarás en el buen camino para conseguirlo. Si te instalas en el victimismo no solo provocarás rechazo, sino que, aún más importante, seguirás en la casilla de salida sin haber avanzado ni un solo paso.
Buscando el origen del problema
Una vez entendido que debemos adoptar un enfoque constructivo y no uno bloqueante, el primer paso para cambiar tu actitud hacia tu trabajo es saber qué la ha provocado.
Seguramente los conflictos personales de naturaleza extralaboral en la empresa son la fuente primordial. La presencia de personas con formas tóxicas y desafiantes de relacionarse, que plantean conflictos continuos y entorpecen el desempeño de los demás, puede llegar a provocar un enorme estrés y malestar. Mucho más si se trata de alguien que se encuentra por encima de nosotros en el organigrama de la compañía.
En algunas ocasiones es difícil eludir este tipo de situaciones, pero la mayoría de las veces las alimentamos sin querer con una comprensible postura de confrontación, posiblemente generada por el orgullo. Debemos entender que, aunque responder a la provocación parece lo más natural y tenemos la convicción de que es necesario “poner en su sitio” a quien nos desafía, en realidad hemos entrado en un juego de poder que nosotros no hemos practicado nunca pero que la otra persona puede dominar a la perfección. Si en esas situaciones mantenemos una actitud calmada y profesional y eludimos cualquier forma de confrontación personal desactivaremos la dialéctica del conflicto. Al final de la jornada notaremos que no hemos heredado ninguna sensación negativa del episodio. Y seguramente evitaremos que ocurra en el futuro.
El llamado síndrome de burnout o síndrome del trabajador quemado es, desde luego, otro factor generador de una actitud negativa hacia el trabajo. Los especialistas que han investigado en este fenómeno lo describen como un estado continuo de estrés cronificado que provoca la sensación de estar perpetuamente agotado. Repercute en la autoestima del trabajador y hace descender su rendimiento. Se trata de un problema de mayor envergadura que las relaciones tóxicas de las que hablábamos antes y suele requerir del compromiso de la empresa y la ayuda de un profesional de la salud mental.
Aportando soluciones: cómo buscar la motivación en nuestro trabajo
Cambiar una actitud negativa por otra positiva, sobre todo cuando no nos rodean las condiciones ideales para ello, no es como acudir al traumatólogo para que nos recete analgésicos. Requiere de perseverancia y paciencia por nuestra parte. Sin embargo, se trata de una tarea que se retroalimentará positivamente a sí misma a medida que veamos crecer nuestro propio optimismo y notemos cómo se transforma la actitud de nuestros compañeros.
Comencemos siempre por lo que mejor podemos controlar y depende únicamente de nosotros, porque es lo primero que nos dará frutos:
• Cuida tu aspecto personal y tu puesto de trabajo.
• Recupera la puntualidad en el horario laboral.
• Cuida la cordialidad de las formas con tus compañeros y procura que tu lenguaje corporal exprese lo mejor de ti.
• Evita en la medida de lo posible las conversaciones de retroalimentación de la negatividad. Dedicar la hora de la comida todos los días a intercambiar variaciones de “no aguanto más” con otras personas no va a ayudarte ni personal ni laboralmente. Te llevará a relacionarte con trabajadores negativos y ahondará tu mala actitud.
• Por último intenta tener presente cuál era tu motivación en el trabajo. No importa cuál fuera: el sueldo, las condiciones, la cercanía, una vocación profunda… Te ayudará mucho recordarlo.
Pero sobre todo ten presente, insistimos, que cambiar tu actitud es algo que haces por ti mismo.